Retomando la aventura marroquí ahora me toca proseguir con el segundo capítulo,
Rabat y Casablanca.
Al salir de Fez, nuestra idea era pasar por
Volubilis, una antigua ciudad romana. La pena fue que después de desviarnos hacia
Meknés, que quedaba cerca de allí, no encontramos ningún cartel que indicara cómo llegar hasta Volubilis. Así que a nuestro pesar tuvimos que deshacer el camino y retomar la ruta hacia Rabat. Resultó que la señal a Volubilis estaba en la salida siguiente pero como para haberlo sabido...
Para cuando llegamos a Rabat ya era de noche y pusimos en práctica nuestra estrategia. Como nuestro riad estaba dentro de la medina y ya habíamos experimentado en Fez cómo de laberíntica era a pie, decidimos aparcar fuera de la medina. La idea era andar para orientarnos por la zona, localizar el riad y ver si podíamos acercarnos algo en coche con las maletas. En la teoría muy sencillo, pero en la práctica Marruecos siempre nos acababa sorprendiendo. Empezamos el recorrido en el Marché Central, subiendo la Avenida Mohammed V, y de allí nos adentramos por las callejuelas hasta dar con la
kasbah de los Oudayas, un precioso barrio fortificado sobre el mar. El problema fue que por más vueltas que dimos, el riad no aparecía por ningún lado. Los locales, al vernos perdidos, nos seguían como lapas. De pista en pista y ya casi a la desesperada entramos a preguntar en el riad Kalaa que me había recomendado una buena amiga, y !bingo, resultó que sabían dónde estaba el nuestro! Nos dieron un mapa decente y ahí descubrimos por qué no encontrábamos nuestro riad. Teníamos la dirección equivocada... Además, casualidades de la vida, el
riad Kalaa al que entramos resultó ser chulísimo así que decidimos darnos allí un homenaje. No habíamos comido al salir de Rabat pensando que lo haríamos en Volubilis, y luego habíamos dado vueltas como peonzas por la medina de Rabat así que nos lo merecíamos, ¿no? Allí cenamos ensaladas varias (hummus de garbanzos y berenjena;tomate y pepino;pisto y berenjena asada con comino),pastilla de pollo (espectacular), brochetas de ternera y pollo y una especie de mousse gelatinosa de cítricos de postre. !Estaba todo buenísimo, para repetir la próxima vez desde luego!
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En el precioso Riad Kalaa, nuestra salvación |
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Ensaladas varias de entrantes |
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Brochetas |
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Pastilla (hojaldre) de pollo, increíble |
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Postre |
Con el estómago lleno y ya sabiendo adónde ir, por fin encontramos nuestro riad, el
Riad Senso, donde el anfitrión nos recibió fenomenal, con pastas y té de menta. Fuimos a por el coche, lo aparcamos cerca y volvimos al riad con las maletas para ya irnos al sobre.
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Hospitalidad marroquí |
Curiosos también los cuartos de baño marroquíes, sin puertas ni mamparas como véis más abajo.
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Ducha |
Día 3
El domingo desayunamos en el riad, una chulada como véis. Por cierto, un vicio el 'raif ', que es parecido a las crepes.
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Navidades 'à la marocaine' |
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Desayuno |
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Patio del riad |
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Vistas de Rabat desde la terraza del riad
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Luego nos dirigimos a la cercana
kasbah de los Oudayas, que el día anterior habíamos callejeado de noche. De día era más bonito si cabe. Desde luego mi ciudad favorita del viaje fue Rabat, y la kasbah me cautivó con esas paredes azul añil, esas puertas elaboradas, las vistas al mar, las murallas que fortifican el recinto,... La pequeña kasbah alberga la mezquita El Atiqa, un jardín andaluz precioso y la famosa terraza del Café Maure.
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Cementerio cercano |
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Murallas de la kasbah |
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Imponente puerta de entrada |
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Paredes añil y gatos y más gatos |
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Coloridas puertas |
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Vista del minarete de la mezquita |
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Vida tranquila la de la kasbah |
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Típico músico bereber tocando en la kasbah |
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Vistas al mar desde la terraza de la kasbah |
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Jardín andaluz |
Tras el paseo por la kasbah anduvimos hacia la
Rue des Consuls, famosa como su nombre indica por acoger antaño la mayor parte de los consulados de la ciudad. Hoy en día está llena de tiendas de artesanía, ropa y alfombras.
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Puesto de alfombras |
De allí caminamos bordeando el río Bouregreg hasta el bonito
mausoleo de Mohammed V y la inacabada
Torre Hassan. Imponente el interior del mausoleo y los guardas reales que custodian el recinto, algunos a caballo en las puertas de entrada.
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Guardia real custodiando el mausoleo |
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Mausoleo de Mohammed V |
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Interior del mausoleo con los restos de Mohammed V |
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Torre Hassan |
De allí,vuelta al coche callejeando por la medina, siempre bulliciosa y algo descuidada. Y carretera y manta a
Casablanca.
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Calles de la medina |
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Curioso puesto de borlas para cortinas en la medina |
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Saliendo de Rabat |
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Litoral de Rabat |
En apenas hora y pico estábamos ya en Casablanca, la ciudad de negocios de Marruecos. Compramos las entradas para la
mezquita Hassan II, una de las pocas donde pueden entrar no musulmanes, y nos acercamos al puerto para comer una fritura de pescado y un lomo de pez espada en el restaurante
Ostréa.
Ya comidos, visitamos la imponente mezquita. El impresionante edificio, tanto por fuera como por dentro, fue construido en tan sólo 6 años. Para haceros una idea de las dimensiones, la sala de oraciones tiene capacidad para acoger a 25.000 fieles y la explanada de la mezquita a 80.000. Además la tecnología es puntera, con puertas pesadísimas que se elevan y el techo corredizo. Los materiales todos de primerísima calidad, con cristales de Murano para las lámparas, mármol de Carrara para las columnas... Además la mezquita cuenta con un enorme 'hammam' (baño en árabe) con ciento y pico fuentes para las abluciones (limpiezas que han de realizarse antes de la oración) y un baño turco. El minarete de 200 metros es visible desde lejos y lo convierte en el edificio religioso más alto del mundo. Una pasada de mezquita, la verdad, y encima al borde del mar.
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En la parte elevada rezan las mujeres |
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Imponente estructura |
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Hammam |
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Fuentes para las abluciones |
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Baños turcos |
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Vistas del mar desde la mezquita Hassan II |
Tras la visita a la mezquita, carretera y manta de nuevo, esta vez rumbo a nuestro último destino:
Marrakech. Au revoir, 'Casa'!
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